Revalorizando el no hacer nada

En los tiempos que corren hiperconectividad tecnológica y de hiperactividad, del tipo trabajo 40 horas y después me hago un curso y luego otro, y después un máster, etc. etc. porque en algo tengo que ocupar mi tiempo, hay algunas personas -muchas, según dónde- que se atreven a parar. 

Aunque a algunos les parezca mentira, una utopía o, incluso un bulo, hay personas que saben disfrutar de la vida en ese no hacer nada. En ciudades como Madrid o Berlín, o Viena incluso, después del trabajo se toman su tiempo para irse a un parque, echarse en la hierba y simplemente relajarse. Hay quien va preparado, y se ha traído su silla plegable de camping e incluso algún refrigerio. Otros, lo hacen de manera improvisada, y se tumban sobre su fular. Lo mismo da, la sensación es la misma. ¿Y no es maravillosa? Esa sensación de relajo, al estar acostada, con el solete acariciando tus mejillas? Te quedas en silencio, con los ojos cerrados. Puedes echarte incluso una siestecita, y al despertar, el cielo azul y las hojas de los árboles, con sus distintos colores. ¡La vida puede ser tan maravillosa!

Qué delicia es el no hacer nada, de nada y ya.