Walt Disney, la imaginación desbordada

Walt Disney fue un pionero, un innovador, el rey de los dibujos animados. Dueño de una imaginación desbordada, de carácter inestable y vida breve. Bajo de estatura, cabello y espesas cejas  negras con un bigote que recordaba la estética franquista.  Padre de familia numerosa, Blancanieves y los siete enanitos, el elefante Dumbo,  Mary Poppins, La Cenicienta, Alicia, Pinocho, el gritón pato Donald, Bambi y el orejudo perro Pluto, nunca recibió,  que se sepa,  un premio a la natalidad.    Walt Disney que en tiempos de depresión, guerra y desolación,  inventó el país de las maravillas. ¿Qué importa si fue como lo describen sus detractores? La obra supera la fragilidad del hombre, pervive en el tiempo cuando se cumplen cien años de su nacimiento y sus criaturas corren por nuestro imaginario y están al alcance de los niños en Disneyland.      

Según la biografía  oficial escrita por su hija Diane Disney Miller, nació el 5 de diciembre de 1901 en Chicago, Illinois, USA, cuarto de los cinco hijos del irlandés-canadiense Elías Disney y de la germana-americana Flora Call Disney. Sin embargo, ciertas publicaciones se atrevieron alegremente a situar su nacimiento en Mojácar (Almería),  alrededor de 1900, fruto de una relación sentimental entre el  médico Ginés Carrillo  e Isabel Zamora Asensio, una bella lavandera  apodada “La Bicha”. Conocida la  costumbre andaluza de ponerle motes a las personas con los que definir sus rasgos personales, cabría  sospechar  que, de existir, “La Bicha” bien pudo ser una mujer adelantada a su tiempo.  Semejantes especulaciones que datan de antiguo  y se recogen en coplillas mojaqueras,  nunca pudieron  ser documentadas, pero adquirieron cierto eco  periodístico durante la posguerra como el pretendido patriotismo de Manolete en México exigiendo una bandera española en la plaza de toros  donde no existe costumbre de izar ninguna enseña. La partida de nacimiento de Walt Disney,  buscada en España y Estados Unidos, tampoco apareció pero sí una partida bautismal en Chicago en la que figura el mes de junio de 1902 como la fecha de su bautizo. 

A los siete años vendió en Kansas City sus primeros dibujos a los vecinos. Siguiendo la tradición del self-made-man americano  no fue un estudiante modelo ni se interesó  por la escuela, excepto por el dibujo. A  los 15 años encontró su primer empleo cuando un peluquero le ofreció cortarle el cabello a cambio de unas caricaturas para exponer en el escaparate;  a los 16 quiso alistarse  en el Ejército pero fue rechazado por la edad, así que se enroló en la Cruz Roja convirtiendo su ambulancia en una exposición itinerante con sus dibujos y caricaturas.  A los 24 años se casó en Lewinston, Idaho, con Lillian Bounds, una empleada de su estudio que le dio una hija : Diana. A  Sharon la adoptaron en 1936.  Mickey Mouse, su tercer “hijo”,   nació en 1927. 

A raíz de la muerte de Walt Disney en Burbank el 15 de diciembre de 1966, a los 65 años víctima de un cáncer de pulmón, se dijo que había sido  hibernado en una cámara secreta bajo la atracción de los Piratas del Caribe en Disneyland o en una de las torres del castillo de Cenicienta en Disney World. Lo cierto es que  fue incinerado en el cementerio Forest Lawn, en Glendale (California), junto a los restos de su familia. Su hija  Sharon falleció en 1993 y su esposa Lillian Bounds en 1997. 

Walt Disney fue sobre todo y por encima de cualquier  juicio personal, ideológico  o político,  el fantasioso creador de un universo de sueños infantiles,  algo que siempre le agradecerían  los niños del mundo desarrollado  desde que en 1927 apareció el ratón Mickey Mouse cuya autoría se le atribuye a su primer socio el dibujante Ubbe Iwerks.  Con su dilatada obra, con sus personajes frágiles y entrañables, unos buenos y otros malos en un hábil y no casual ejercicio maniqueo, estimuló la imaginación, el optimismo y las emociones de millones de seres.  Hizo historia con un cine nuevo dirigido al público infantil que hasta entonces sólo tuvo el circo como referente lúdico.      

Por su dimensión creativa y empresarial, por el tiempo en que vivió, fue un personaje comprometido, odiado,  envidiado y tildado  de soplón del FBI  de cuyo director J. Edgar Hoover fue amigo durante la caza de brujas de McCarthy en  la II Guerra Mundial. Fundó  la Asociación para la Preservación de los Ideales Norteamericanos con Adolphe Menjou, Gary Cooper,  Robert Taylor y John Wayne. cuando  Ronald Reagan presidía la Asociación de Actores y  está fuera de toda sospecha su afinidad con el poder estadounidense. Ciertos  biógrafos,  especialmente Richard Schickel y Mark Eliot,  le acusaron de  pronazi y anticomunista al servicio de los intereses de Estados Unidos por utilizar subliminalmente producciones como “Saludos amigos” y “Los tres caballeros” incluídas  en una campaña inspirada desde la Casa Blanca  para dulcificar la imagen estadounidense  en América Latina.  Lo contrario de Charles Chaplin cuyas películas simbolizaron  siempre un canto al amor,  la libertad y la justicia. Por esta razón  Chaplin fue otra  de las víctimas de la caza de brujas por lo que tuvo que abandonar Estados Unidos para instalarse en Europa con la complacencia indisimulada de Disney.

En la biografía de Eliot, descalificada por la familia de Walt Disney, se le describe como impotente y alcohólico. Hubo intelectuales que le acusaron de realizar películas perniciosas con personajes malignos como la bruja Cruela de Vil. Otros rizaron el rizo esgrimiendo argumentos cuando menos discutibles como que las peripecias y desventuras  de Pinocho y Bambi traumatizaban de por vida a los niños. Le llamaron perfecto sádico creador de pesadillas infantiles. Se le acusó, en igual medida que triunfaba su factoría de dibujos animados dirigida por su hermano Roy, de una excesiva moralina conservadora y de ser un empresario exigente y despiadado con sus trabajadores. A los genios se le buscan las vueltas y las sombras. Parece obligado desmitificarles,  restarle importancia a su obra, hundirles.  Aunque  sea cierto, no deja de ser una actitud miserable propia de la condición humana. Cualquier personaje que se desenvuelva en el capitalismo y se encuentre envuelto en una guerra mundial, parece obligado a despojarse de escrúpulos y sentimientos, de afectos y fidelidades si quiere defender  sus negocios.  Walt Disney necesitó del poder -y sirvió al poder- pero ilusionó a los espectadores  con sus películas, todavía  recordadas. Opiniones para todos los gustos.

El dibujante David Low dijo que fue la figura más significativa de las artes gráficas desde Leonardo Da Vinci,  y otros  entusiastas apologistas le llegaron a comparar con Miguel Ángel y Rafael. Está claro que Walt Disney provocó elogios exaltados y críticas aceradas si no perversas. Es el peaje que,  justo o no, tienen que pagar los grandes hombres, los genios. En el caso de Walt Disney pesa más su legado artístico, su aportación estética a la industria del cine que su conducta personal y política. Sus beneficios a la cultura de masas están por encima de sus debilidades humanas. Y si sus películas hicieron las delicias de los pequeños espectadores, también creó en 1955 para  generaciones sucesivas  los parques de Disneyland, la visita más deseada de los niños. 

Durante sus 43 años de  carrera en Hollywood, recibió más de 950 honores de numerosos países, 48 premios de la Academia y 7 Emmys. El año de su muerte fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz.         

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