Creed, Balboa y todo lo demás

CaratulaEn 1976, un desconocido actor se empeñaba en conseguir dirigir, protagonizar y escribir su propia película. Con la historia de un boxeador que recibe la oportunidad de su vida bajo el brazo, el actor recorrió diversas productoras recibiendo portazo tras portazo, hasta que finalmente logró un sí condicionado a que él ni dirigiese ni protagonizase la película. Hubo que pelear más para que al menos pudiese ponerse a las órdenes John G. Advilsen en Rocky (Rocky, 1976), dando así el pistoletazo de salida para una de las sagas más emblemáticas del cine, le pese a quien le pese, y para que la musa de los Razzies se presentase al mundo: Sylvester Stallone.

El que nacía como un humilde boxeador, con el paso de los años se fue viniendo arriba. No le bastó con el primer y épico combate contra Apollo Creed, interpretado por Carl Weathers, sino que con el paso de los años fue pasando de hombre a mito, y de ahí a un extraño estatus de difícil descripción. Primero mito en la segunda película, en la que Rocky todavía parecía humano y mostraba que lo de llevar golpe tras golpe en la cabeza no podía ser nada bueno, pero ahí termina siendo campeón del mundo y la cosa comienza a ponerse peliaguda, coincidiendo con el momento en el que el propio Sylvester Stallone toma la decisión de dirigir las secuelas.

Así que en el impás que va desde la segunda a la tercera entrega, al bueno de Stallone le llega la idea de que la esencia de su Rocky es el combate, el mostrar a un contendiente súper poderoso y mostrar como acaba con él. Así que en la tercera entrega se olvida definitivamente de todo lo que rodea a la acción pura, de que Rocky era zurdo y de que la cabeza no le funcionaba al cien por cien. Es más, ahora la cabeza le funciona tan, tan bien, que con ella decide parar los puñetazos de Mr. T para vencerle.

Fotograma1

Pero el despiporre definitivo llega con la cuarta entrega, que merecerá análisis aparte, porque aquí es cuando el mito se convierte en algo similar a un dios, a un símbolo del capitalismo que va a dejarle la cara marcada al soviético de turno y en Moscú, para más inri. Primero el pétreo Ivan Drago, Dolph Lundgren, mata en el ring a Apollo Creed en un combate en Las Vegas, y ahí se le hincha la vena a Rocky que hará lo que sea para que el hormonado Drago bese la lona. Pese a que la cuarta parte es uno de esos placeres culpables por los que más de uno deberíamos confesarnos, es evidente que aquí la saga pierde definitivamente el rumbo, repitiendo esquemas y exagerándolos hasta el absurdo. Ah, aquí Rocky ya rige como si fuese un nobel de química.

Con la quinta regresa a la dirección John G. Avildsen, con la idea de darle un digno fin a la saga… y fracasa con estrépito. De nuevo siguen sin encontrar el punto de emoción que tenía la primera entrega, poniendo a Rocky a entrenar al duque Morrison, que era el sobrino de John Wayne y de cuyo nombre no quiero ni acordarme, resultando la más floja de toda la saga, porque no satisface ni a los higadillos del cinéfago que espera más sangre de Rocco, y ya ni hablemos del cinéfilo que espera algo medianamente inteligente. Así que con la quinta lo único que conseguimos es que Bart aprenda los números romanos (ver episodio de Los Simpsons para entenderlo).

Tras pasar por el botox a Stallone se le ocurre que para salir de la oscuridad en la que se había sumergido, lo mejor era recuperar a sus dos grandes personajes, y por eso rueda Rocky Balboa (Rocky Balboa, 2006) y tratar de reponer a Balboa del directo que supuso Rocky V. Lo mejor de Rocky Balboa es que era una película honesta, no trataba de reinventar nada, sino de cuadrar y de tratar con cariño a unos personajes que ya habían pasado por tantos trances. Eso sí, Rocky de nuevo se enfundaba los guantes cuando lo más normal era que comenzase a pensar si prefería Baleares o Canarias en el viaje del Imserso. Con todo, dejaba un regusto agradable.

Así que con este panorama parecía que Rocky podía descansar eternamente sin la amenaza de una séptima entrega que sería difícilmente justificable. Pero en esto que el director Ryan Coogler decide que sí, que la saga todavía puede vivir, pero por suerte no en los puños de Rocky. Así ofrece a Sylvester Stallone la posibilidad de participar en Creed: La Leyenda de Rocky (Creed, 2015), en una jugada que seguro que hizo que los responsables de los Razzies se frotasen las manos.

Fotograma2

Si hubiese que resumir qué ha hecho Ryan Coogler con Creed, sería que ha puesto orden. Le da dos repasos a Rocky V y le enseña cómo se podría haber hecho una dignísima quinta entrega: con un verdadero coprotagonista de Rocky, y no con un pelele al que nadie le importa. Se saca de la manga la historia de Adonis Creed, hijo de Apollo nacido de una aventura extramatrimonial que tuvo el púgil poco antes de fallecer, quien trata de labrarse su propio camino escapando de la sombra de su padre. El peso de uno de los apellidos más famosos del boxeo le pesa, y es incapaz de asimilar el no haber conocido a su padre y no haber recibido su cariño y sus consejos. Adonis decide que el mejor para guiarle en el ring es el gran rival y amigo de Apollo Creed: Rocky Balboa.

Creed triunfa en los mismos terrenos en los que lo hizo Rocky, en la emotividad y en no mantener entrenamiento y combate en un lugar preponderante, sino que deja que los sentimientos y las vivencias de Adonis y Rocky tomen su justo protagonismo. De nuevo Rocky Balboa vuelve a ser humano, y lucha contra los que muchos han luchado antes que él, ya no es la figura invencible y el joven Adonis hará que vuelva a sentirse vivo de nuevo, pudiendo transmitirle todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años.

Si antes decíamos que en los Razzies debían de estar dando botes de alegría, lo cierto es que el chasco que debieron llevarse fue fundamental. Para alegría de muchos, Stallone recibe el papel dramático que le permite redimirse y mostrar todo lo que lleva dentro, en una actuación muy sentida y que recibió, con toda justicia, un buen número de premios aunque se quedase finalmente sin un Oscar que, tal vez, hubiese significado un guiño para toda una generación muchas veces denostada. También se redime Michael B. Jordan, que huye despavorido de la horripilante última entrega de Los 4 Fantásticos, demostrando que tiene bastante más que ofrecer.

Fotograma34

Volviendo al tema del legado, era normal que si tomabas la responsabilidad de retomar esta saga, sería mirado con lupa cada decisión que tomases. Pero hay que decir que no podía ser más acertado el hecho de reivindicar la figura de Apollo Creed como fundamental dentro del desarrollo del personaje de Rocky Balboa, y poniendo en su justa medida, algo que no se hizo en la quinta y sexta parte, su importancia. También era previsible que la banda sonora sería fundamental, básica en las entregas clásicas, y en este caso se resuelve con nota, llegando casi al éxtasis cuando se funde con el Gonna FlyNow de Bill Conti.

Entonces tenemos una película en la que al fin vemos envejecer a Rocky y asumirlo, dando un paso más natural en su carrera y demostrando que no por ello la franquicia ha de llegar a su fin. Al contrario, este Creed ya está dando sus frutos en forma de secuela que esperemos que esté al nivel de ésta, más que nada para que los que crecimos viendo películas de Rocky podamos seguir diciéndolo sin que nos dé demasiada vergüenza.

Un comentario en «Creed, Balboa y todo lo demás»

  1. Tremendo artículo, me ha encantado!!!!!
    Como gran fan de Rocky y de Sylvester Stallone en general, creo que las pelis de Creed no están a la altura de las versiones originales de Rocky, pero son entretenidas de ver, y siempre se agradece volver a ver al gran Stallone en otra peli más, es incombustible!!!!!
    Os dejo un pequeño artículo que he hecho como homenaje a este gran actor:
    https://www.delos80.website/blog/
    Saludos

Los comentarios están cerrados.