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Mi dolor es callado y humilde,
tan honda es la pena,
que ninguno, por cerca que pase,
la ve desde fuera.
Verá mi sonrisa,
que nada le cuenta
de la angustia, tenaz y terrible,
de las horas negras.
¿Para qué revelar el secreto
que el alma envenena,
si el dolor, repartido entre muchos
a nadie consuela?
Callada y humilde,
mi pena se encierra,
que ninguno, por cerca que pase,
la ve desde fuera.
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Vosotros, en el fondo del alma mía
despertáis siempre un eco de poesía,
y es que siempre a vosotros encuentro unido
el recuerdo doliente del bien perdido;
todo lo miro tras estas rejas,
todo me arranca amargas quejas;
¡Libertad, amor, hijos, mujer,
cuándo será el día que os vuelva a ver!
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Enrique Villa, celda 493, año 1940.
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