Barcelona, ciudad cateta: ¡Multas a los meones!

El turismo vuelve a arrasar Barcelona y a devolverla a su estado original de antes de la pandemia. 

Las puertas se abren de nuevo de par en par. ¡Bienvenido sea el turismo barato, de juerga de fin de semana, fuente de riqueza para unos pocos y miseria para el resto! 

Los turistas ya pueblan las calles, como las cucarachas en un bajo a medianoche.

Los hosteleros se alegran de las visitas extranjeras, porque si tuviesen que sobrevivir con la afluencia de catalanes, ya se habrían arruinado hace décadas. 

Pero en según qué barrios, como la Barceloneta, donde se acusa la presencia turística,  los vecinos no están como unas castañuelas precisamente. Durante el día, las playas se llenan de lo que parecen homo sapiens -pero no lo son-, tostándose al sol. Por la noche, las cucarachas salen de fiesta. Se ponen hasta arriba de cerveza y ¿luego qué? Pues a mear a la calle. 

La Barceloneta ya es un barrio harto húmedo. No estaría de más que los servicios sociales repartiesen entre los vecinos autóctonos -los que quedan-, mascarillas perfumadas para enmascarar el olor a orín. 

O mejor aún, ¿por qué, en lugar de multar a los ciclistas que circulan tranquilamente por la acera, la guardia urbana no empieza a multar a los turistas que ensucian y degradan la ciudad con su pis?

100 euros de multa por orinar en la vía pública, a pagar en el momento a tocateja. Si no, de cabeza al cuartelillo. Se iban a sanear las arcas del ayuntamiento en cuestión de un par de semanas. 

Pero no, no vayamos a espantar a los turistas, fuente de riqueza nacional y municipal. Los turistas borrachos y meones, fuente de riqueza para unos pocos y arcadas para el resto.