“Sesión infantil» tercera parte. Por Carmen Viñolo

Micaela juega con su móvil. 

CRISTIAN.- (Refiriéndose al móvil.) ¿Es nuevo?

MICAELA.- Sí.

ANA.- ¿Qué le pasaba al otro que tenías? ¿Se estropeó?

MICAELA.- No, sólo me harté de él. 

Hannah Arendt analiza una dimensión de la vida, la vita activa. Arendt divide la vida activa en tres actividades: labor, trabajoy acción. Hace un diagnóstico de la sociedad actual contemplando la historia de la humanidad. En ciertas épocas, hay una preponderancia de una de las actividades; hoy en día, el laborar es la actividad predominante. La labor es la actividad que corresponde al proceso biológico del cuerpo humano. Entonces, la labor significa la dependencia a través de la necesidad. Y el trabajo y el consumismo van de la mano: «Labor y consumo no son más que dos etapas del mismo proceso, impuesto al hombre por la necesidad de la vida[1]». Arendt señala que vivimos en una sociedad de laborantes y que no consumimos únicamente las cosas que necesitan nuestros procesos biológicos, sino absolutamente todo: «En nuestra necesidad de reemplazar cada vez más rápidamente las cosas que nos rodean, ya no podemos permitirnos usarlas, respetar y preservar su inherente carácter durable; debemos consumir, devorar, por decirlo así, nuestras casas, muebles y coches, como si fueran las “cosas buenas” de la naturaleza que se estropean inútilmente si no se llevan con la máxima rapidez al interminable ciclo del metabolismo del hombre con la naturaleza[2]».    

LIDIA.- ¿Cómo puede uno hartarse de un móvil? Sólo sirve para llamar a la gente. 

MICAELA.- Eso no es verdad. Con este puedes hacer muchas cosas: jugar, descargar politonos, hacer fotos…

LIDIA.- ¿Y con tu antiguo móvil no? 

MICAELA.- Sí, pero este nuevo modelo es más guay. 

LIDIA.- Entiendo. 

MICAELA.- (A Christian.) Es genial. Cuando alguien me envía un mensaje, hay una aplicación que me ofrece diferentes opciones de respuesta. 

CRISTIAN.- ¿A qué te refieres?

MICAELA.- Mira (Le enseña la pantalla.) Por ejemplo: “Sí”, “no”, “hoy no puedo”, “¡sorry!, Llego tarde”, “yo también te quiero”… ¡Es la hostia!

La industria cultural requiere consumidores apáticos, sin crítica, sin pensamientos: «El espectador no debe necesitar de ningún pensamiento propio: el producto prescribe toda reacción, no en virtud de su contexto objetivo (que se desmorona en cuanto implica el pensamiento), sino a través de señales. Toda conexión lógica que requiera esfuerzo intelectual es cuidadosamente evitada[3]». 

Continuará…

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[1]Hannah Arendt: La condición humana,página 135. 

[2]Ibídem, página 135.

[3]Max Horkheimer y Theodor. W. Adorno: Dialéctica de la Ilustración, páginas 181 y 182